miércoles, 3 de octubre de 2007

PIANOS BIEN AFINADOS.


El sonido del piano es hermoso y escuchar un concierto bien tocado nos lleva a gozar de la hermosura de la creación reflejada en las obras de los artistas. Contemplar a un buen pianista haciendo nacer de su instrumento con firmeza y precisión las notas acordes, me lleva a pensar en cuantas horas de prácticas, de ir repitiendo sin cansarse aquella misma melodía hasta conseguir un resultado aceptable, y aún no parar ahí hasta lograr el nivel deseado.
Pienso también en el artista que ha compuesto aquella pieza, cómo debía ser su ilusión por oír sonar las notas que iba viendo nacer en su cabeza y que ahora quizás tarareamos sin ponerle demasiada atención. Pero para que se de todo, es necesario que el piano responda también a las expectativas del artista. Ha de ser de una sonoridad determinada para conseguir el efecto deseado o se va a perder la obra, ha de estar bien afinado para que el músico pueda verse reflejado en él.
Pienso que los hombres somos como pianos de los que Dios se sirve para hacernos colaboradores de su obra de salvación, y tenemos las responsabilidad de mirar de conservarnos en toda ocasión como pianos afinados, buenos reproductores del sonido que se nos pide. Ser un piano siempre a punto para que sirviéndose de mi teclado se pueda llegar a entrever el querer de Dios.
Cuando me entretengo en tonterías, cuando doy importancia a lo que en verdad no la tiene, no puede surgir de mi la música que Dios y los demás esperan y tienen derecho de escuchar. Ser un piano afinado es vocación común de todos, jóvenes o mayores, no perdamos el norte y seamos buenos instrumentos en manos del mejor intérprete. Texto: Hna. Carmen Solé.